Capítulo 15: Artes prácticas, preparación para un oficio

Aprendiendo Naturalmente por Kathleen McCurdy

Uno de los temas que se espera que los padres entreguen a sus hijos al escolarizarlos en casa es la “educación ocupacional”, es decir, cómo ganarse la vida. En los siglos pasados, los niños aprendían principalmente algún oficio, y eran afortunados si lograban aprender a leer. A menos que pertenecieran a la aristocracia o se preparaban para una vida religiosa, la adquisición de conocimientos literarios era considerada un riesgo para su éxito en la vida. La costumbre era que los hijos siguieran la ocupación de sus padres; se esperaba que las niñas fueran amaestradas para las labores domésticas.

En la actualidad, el enfoque parece encontrarse más bien en la preparación académica-saber algo de las ciencias, los estudios sociales, las artes-aunque sea de poco valor en el momento de ganarse la vida. Por cierto, el desarrollo mental es importante. Pero si perdemos la ética del trabajo, nuestros hijos podrían llegar a ser ¡ilustres mendigos!

Educados en el hogar, nuestros hijos estarán expuestos a los oficios de sus padres. La experiencia y el conocimiento acumulado, quizás a través de varias generaciones, les dará confianza y un buen cimiento al considerar sus opciones. Si el padre de vez en cuando lleva al niño a su oficina o taller o le permite acompañarlo en alguna diligencia, éste obtendrá una mejor comprensión de lo que es ganarse la vida. Los niños suelen idealizar la vida de sus padres, quedando después sorprendidos al descubrir que el trabajo es duro, fatigador, y monótono.

Mucho antes que el niño piense en una carrera, debería estar aprendiendo a cómo trabajar. Existen ciertas habilidades y destrezas que son básicas en todo trabajo. Cuando éstos sean aprendidos a temprana edad, llegarán a ser hábitos para toda la vida y formarán parte de su naturaleza. La puntualidad, el orden, la responsabilidad, eficiencia, y minuciosidad son rasgos de carácter que se pueden fomentar más fácilmente en los niños mediante el ejemplo paternal.

La práctica perfecciona. Niños de 4 ó 5 años pueden aprender a sentar la mesa o guardar sus cosas. A los 6 ó 7 pueden ayudar, sacudiendo el polvo de los muebles y haciendo parejas de los calcetines. Muchos niños de 10 años ya lavan la loza, entran la leña y hacen otras tareas hogareñas en forma regular. Al preocuparse de los quehaceres de la casa, la madre debería considerar cada tarea para encontrar las que podrían proporcionar al hijo la oportunidad de aprender algo útil. Quizás no sea nuestra costumbre dejar que los niños menores realicen tareas en el hogar, pero debemos considerar que cuando sean más grandes, estarán listos para responsabilidades más independientes (afuera del hogar) y las tareas rutinarias ya no les interesarán. ¿Por qué privarlos de la oportunidad de ayudar, y así aprender, cuando son chicos y tienen ganas?

Junto con aprender a trabajar, los niños necesitan la oportunidad de ensayar o probar varios oficios para ver cual les queda mejor. Pueden asistir al abuelito en su taller, ayudar a Papá con reparaciones al auto, haciendo “babysitting” con primos y hermanitos; un niño mayor podría ayudar a calcular las cuentas del hogar. Tómese ventaja de una visita al dentista o al peluquero para preguntarles en cuanto a su profesión. Observando al jardinero, el gásfiter, el carpintero, la modista, el cartero y otros que aparecen en el hogar proporciona la oportunidad para aprender más en cuanto al trabajo que ellos desempeñan. Los niños naturalmente observan y preguntan, y nosotros podemos animarles en esto, y quizás facilitar el proceso haciendo algunas preguntas nosotros mismos.

Eventualmente, el niño buscará empleo “part time” cortando el pasto, vendiendo diarios, empaquetando en los mercados, cuidando los niños menores de otros, cuidando autos, etc. No se trata de asumir estas tareas como oficios para la vida sino la oportunidad de aprender a buscar trabajo, manejar dinero, relacionarse con clientes, y asumir responsabilidades. Con esta experiencia, un joven que decide asistir a la universidad ya tendrá clara la razón porqué está allí. Para algunos, la universidad es una oportunidad de encontrar su pareja. Para otros es la ocasión de obtener el título necesario para su carrera, aunque ya estuviese preparado en casa y sólo le quedara algún perfeccionamiento que cursar para lograrlo.

El joven que ha desarrollado buenos hábitos de trabajo y ha adquirido alguna experiencia en su oficio o profesión, que comprende los principios económicos y de relaciones interpersonales, ese joven estará habilitado para obtener un buen empleo. Hay poco peligro de que llegue a ser una carga para la sociedad.

En el pasado se decía: “El que no trabaja, no come”. Se creía que las riquezas eran la propia recompensa de los diligentes. En realidad, el trabajo es su propia recompensa: la satisfacción de haber logrado algo de valor, de haber mejorado al mundo, de haber servido a nuestros semejantes.

Todos deseamos la libertad, pero la libertad demanda responsabilidad. Cuando actuamos irresponsablemente, perdemos nuestra libertad de actuar. Si se permite a los niños trabajar, ellos deberán trabajar responsablemente. Los padres tienen que preocuparse de que las horas sean razonables, y demandar un medio ambiente seguro y sano para el trabajo del niño. Los jóvenes deben considerar que su admisión al grupo trabajador es un privilegio, no un derecho. Después de todo, ellos no mantienen a dependientes ni, en la mayoría de los casos, siquiera pagan por su alojamiento.

Jóvenes que desempeñan sus humildes labores como empaquetadores, cuidadores o garzones están aprendiendo de la vida. No están viviendo en fiestas ni consumiendo drogas; en cambio están experimentando la satisfacción de los buenos logros. El trabajo ayuda a los jóvenes a comprender el propósito de la educación, y que las habilidades para escribir bien y para realizar fracciones y porcentajes son realmente útiles. Aprender a obedecer órdenes de la persona que firma su colilla de pago, a llevarse bien con sus colegas y agradar al cliente son habilidades sociales de inestimable valor y que serían difíciles de aprender en la sala o el patio de un colegio.