Aprendiendo Naturalmente por Kathleen McCurdy
Un cimiento sólido
En nuestra sociedad la lectura es fundamental. Si nuestros hijos tienen una base sólida en las destrezas del lenguaje, y especialmente en cuanto a leer y escribir, podemos sentirnos asegurados que poseerán todo lo necesario para aprender lo demás que deben conocer para sobrevivir en nuestra sociedad. Eso es porque leer y escribir son habilidades de comunicación, junto con hablar y escuchar. Y es por medio de la comunicación que podemos ganar conocimiento. Claro que hablar y escribir también son importantes habilidades de comunicación, aunque en los colegios no se les da tanta importancia ahora, tal vez porque comúnmente el niño los aprende más temprano y en forma más natural.
Los niños aprenden a hablar porque: 1) escuchan a otras personas que les están hablando, y 2) quieren comunicar algo a los demás. Las investigaciones han demostrado que los niños aprenden a leer cuando: 1) se les ha leído a ellos, y 2) tienen libre acceso a materiales que realmente desean leer. En un reporte de las investigaciones que se hicieron en los Estados Unidos en cuanto al aprendizaje, se dice que “La mejor manera en que los padres pueden ayudar a sus hijos a llegar a ser mejores lectores es al hacerles lectura… Los padres pueden animar a los hijos a leer en varias formas. Algunos aleccionan informalmente al apuntar letras y palabras en los letreros y envases. Otros usan herramientas más específicas, tales como cuadernos de ejercicios. Pero los niños cuyos padres simplemente les han leído, han llegado a leer tan bien como aquellos cuyos padres usaron textos o que se recibieron de profesores.” 1
Desarrollo de las habilidades del lenguaje
Existen varias razones para explicar porqué le proporciona la mejor ayuda en adquirir destreza para la lectura, el simple acto de leerle al niño. En primer lugar, ayuda a desarrollar el vocabulario. El niño aprende el significado de las palabras al escucharlas en el contexto. Por ejemplo, se desconocía la palabra “aurífero” antes de leerla tres veces en un cuento de F. Coloane. Allí, al describir una hazaña fueguina en que descubren oro en las arenas fluviales del Estrecho de Magallanes, dice “… se habían encontrado otros aluviones auríferos casi tan ricos…” y se comprendió que la palabra se refiere al oro. Es importante conversar en cuanto a lo que se ha leído, y esto clarifica aún más el significado. Si se los anima a hacerlo, los niños se adelantarán a preguntar en cuanto a palabras que desconocen.
Un segundo motivo es que al leerles las historias, el niño tiene la oportunidad de desarrollar la sintaxis, es decir, la construcción de las oraciones. Si se escucha a las personas de habla inglés, se notará que se enredan en el orden gramatical de las frases. Dicen “Yo gusto tu rojo vestido” cuando quieren decir “Me gusta tu vestido rojo”. El inglés tiene otra sintaxis. La manera más fácil de aprender la sintaxis de cualquier idioma es al escucharlo y usarlo continuamente.
También los niños a quienes se les ha leído perciben el placer que se ha de encontrar en los libros y por lo tanto serán motivados a leerlos por sí mismo. La pronunciación correcta, el significado y uso de los signos de puntuación (indicando la expresión), los diferentes estilos usados en la lectura de papá y de mamá quedan todos más claros por medio de la lectura en voz alta.
Juegos de palabras
A los niños les gustará juegos y rimas que les ayuda a comprender cómo se construye las palabras. Por ejemplo, al niñito le gustaría conocer palabras que comienzan con el mismo sonido de su nombre: Carlos = cara, cosa, cuna. Marta = marca, mesa, mide, mona, muñeca. O quizás le gustaría comenzar con una palabra como “gato” y cambiarle el primer sonido así: pato, rato. O “lana”: nana, sana, cana, pana. Si no leen todavía, no importa puesto que esto se trata de sonidos solamente, para no complicarlo. Al avanzar, se puede proponer juegos más complicados. Por ejemplo, seleccionando un conjunto de esdrújulas para notar cómo suenan al oído. Estos juegos se prestan para entretener al viajar o estar en espera por alguna razón. Si el niño quiere comer y la mamá le falta terminar de hacer la comida, se le puede sugerir algún juego de palabras para entretenerlo y a la vez ayudarle a aprender.
Aprendiendo la clave
En algún momento el niño hará la transición a las palabras visuales. Cubos alfabéticos hechos de madera son fáciles para las manos pequeñas, y atractivos. Se le puede ayudar a construir un tren de cubos, explicando que la “A” es la locomotora. Si una se sienta en el suelo y le ayuda a poner los cubos en orden alfabético, el niño pensará que están jugando. Y así lo es, cantando la canción del alfabeto se irá aprendiendo las letras. Pronto podrá ponerlos todos en orden sin ayuda, aunque todavía le falta conocerlos individualmente. Está aprendiendo a alfabetizar, habilidad que le resultará muy útil al buscar nombres en la guía telefónica o palabras en el diccionario.
Otro juego para cuando está aburrido, digamos en una reunión, puede pintar todas las letras “o”, o todas las palabras que terminan en “ía” tales como día, mía, tía en algún folleto o diario a mano. Y por fin, comenzando con los sonidos más fáciles de p, l, m, t, se le ayuda a hacer pequeñas palabras con los cubos, hasta que aprenda poco a poco los sonidos de todas las letras. Si se tiene suficientes cubos, se puede construir frases enteras que son más fáciles de leer que las pequeñas letras del libro.
Listo para leer
John Holt, uno de los fomentadores tempranos de la educación en casa, escribió en su revista que “la mayoría de los niños, al encontrarse con material interesante para leer, lograrían por su propia cuenta descifrar el proceso—aún cuando lo le enseñáramos nada, y solamente le explicáramos lo que las palabras decían cuando ellos nos lo preguntaran.” 2 Y lo he comprobado en mi propia experiencia, siempre que el niño esté listo para leer.
¿Cómo se puede saber si el niño está listo? Si es de una familia lectora, si hacen lectura para los hijos regularmente, es muy probable que el niño comenzará el proceso por su cuenta. Un hijo acompañando a su mamá en el auto, le pregunta “Mamá ¿qué significa B-U-S?”
Ella le contesta, “Ya sabes el sonido que hace la B.”
“Bh” dice él.
“¿Puedes decir la B y la U juntos y después agregar la S?”
“B-U-S, Bh-uh-ss. ¡Ya lo sé. Es BUS!
Claro que por meses ha leído los letreros—todos los que él conozca, por lo menos. Sabe el letrero que dice “Pizza” y puede distinguir la marca COPEC de la de Shell, las que ha memorizado. Se está fijando en los diseños e interpretando los símbolos, y habrá harto de ambos en el fino arte de la lectura.
La gramática del leer
Al comenzar a leer, el niño se encontrará con palabras que no conforman a las reglas, o que son difíciles de pronunciar, o tienen otras características que le estorban. Lo mejor es dejarle buscar las reglas mediante la experiencia. Al notar la pronunciación de las palabras “ahora” y “hay”, el niño percibe que la letra H no tiene sonido. Sin embargo, cuando se encuentra con una CH necesitará quizás una explicación. Otro problema se trata de la G, que a veces suena como J (gente) y otras veces con una voz más fuerte (gato). Si se le da una regla, el niño la memorizará pero pierde la oportunidad de descubrirlo por su cuenta. De hecho, le será más fácil recordarlo si él lo descubrió. Es mejor apoyarle con explicaciones a sus preguntas, que solucionarlo todo antes de que tenga oportunidad de descubrir los interesantes diseños de la gramática. Si no recuerda las reglas de la ortografía ¿será posible que no la comprendió? Basta ayudarle a formar una “familia” de palabras parecidas: galleta, gorro, gusano; gemela, girasol, gitano; guante, guardia, guanaco; guerra, guinda, guitarra.
Si el niño tiene dificultad con las palabras más largas, es fácil mostrarle cómo dividirlas en palabritas cortas: es-ta-cion-a-mien-to. Una profesora especializada en la lectura dice: “Si la gente tuviera que saber todo en cuanto a los motores de dos tiempos o de cuatro, la relación del engranaje, la función del carburador, la fuerza rotatoria, y demás antes de que pudieran aprender a manejar el auto, algunos de nosotros fracasaríamos totalmente al intentarlo. Mucho, también, de lo que se repasa en las clases de gramática y composición en los colegios de educación primaria y mediana sería mejor evitarlo por completo al comenzar a leer. Hay que hacerlo sencillo.” 3
Comprensión lectora
Por supuesto que existen cosas que tenemos que conocer antes de conducir a un vehículo, y al comenzar a leer sólo es necesario aprender lo más básico en cuanto a ello. Es importante esperar que los niños lean sólo para su propio beneficio. Es decir, que lean porque lo quieren hacer, porque quieren saber el contenido de lo que se lee. A la verdad, cuando se requiere que los niños hagan ejercicios de lectura, leyendo páginas enteras de asuntos no interesantes al propósito de practicar la lectura, el efecto es de reducir la comprensión. Leer los pies de fotos y encabezamientos, o las pequeñas historias divertidas en el diario, o solamente la información en cuanto a premios en las cajas de cereal ¡éstas valen la pena! El niño insiste en comprender lo que realmente quiere conocer. En cambio cuando tiene que leer textos pesados, resulta en apagar la mente y negar la comprensión. Al no poder seguir el contenido, pronto pierde el sentido de qué se trata, pierde el contexto de las palabras, queda frustrado y puede desarrollar hábitos para toda la vida de inatención, de manera que aún cuando realmente quiere comprender lo que lee, no puede.
Los lectores más pequeños necesitan libros con muchas ilustraciones y dibujos. Porque les falta más experiencia, deben depender del dibujo como contexto para descifrar el sentido de las muchas palabras que desconocen. Al llegar al punto de poder leer mejor, se les puede animar a escoger entre los libros clásicos. Será natural que el niño escoja tales libros si sus padres se los han leído y los aprecian. Los autores clásicos escribieron para todas las edades, y los niños seguramente han de escoger los libros de sus padres para leerlos. Luego escogerán lectura según sus intereses.
La repetición
Lo que a veces olvidamos es que los niños sienten la necesidad de leer la misma historia vez tras vez. Retornan a sus libros favoritos porque es la mejor manera de “programar” sus mentes repasando el material cada vez más conocido hasta que cada detalle sea analizado, clasificado, en fin, comprendido. Al saborear una frase bien construida, descifrar un extraño deletreo, o meditar en el recién conocido nuevo significado de una palabra familiar, ellos acumulan gradualmente mucha información que se hubiera perdido si solamente se le hubiera presentado material nuevo y desconocido. El famoso presidente Abraham Lincoln poseía solamente tres o cuatro libros durante gran parte de su juventud y sin embargo fue conocido como un personaje letrado. Se puede atribuir su gran conocimiento a su cabal familiaridad con aquellos libros, los cuales en ningún caso fueron los más fáciles de leer. A propósito, a él también se le puede contar entre los que fueron educados en casa.
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1) What Works: Research About Teaching and Learning, Departamento de Educación de los Estados Unidos.
2) Growing Without Schooling (Crecer sin escuela), número 7
3) Manito Mini-School Reading Method por Frances Wilbur Horn